Más que enseñar asignaturas: formar personas
En cada colegio de Chile, más allá del currículum, los talleres y las pruebas, hay una misión mucho más profunda: formar personas. La escuela es uno de los primeros espacios donde los niños, niñas y adolescentes aprenden a convivir con otros, a respetarse, a construir identidad. Por eso, el Reglamento Interno no puede ser solo un listado de normas y sanciones. Debe ser una herramienta viva para asegurar el bienestar, la seguridad y la integridad de todos los que forman parte de la comunidad escolar.
Según la Superintendencia de Educación, el sistema educativo tiene la obligación de orientarse hacia el pleno desarrollo de la personalidad humana y del sentido de su dignidad. Esto significa que cada norma, cada protocolo, cada acto disciplinario debe estar al servicio del crecimiento personal y emocional del estudiante. No se trata solo de evitar el conflicto, sino de aprovechar cada situación como una oportunidad para enseñar valores, autocontrol, empatía y sentido de justicia.
Derechos, libertad y convivencia
En el entorno escolar, los derechos humanos no son un tema externo ni ajeno. Al contrario, deben ser el marco dentro del cual se toman todas las decisiones. La normativa chilena establece que el Reglamento Interno debe fortalecer el respeto, la protección y la promoción de los derechos humanos y las libertades fundamentales, tal como están reconocidos en la Constitución Política de Chile y en los tratados internacionales que el país ha ratificado.
Esto quiere decir que las escuelas tienen la obligación de garantizar que todas las personas —sin importar su edad, rol o comportamiento— sean tratadas con respeto y justicia. El Reglamento Interno no puede contener normas que vulneren estos derechos, ni puede aplicarse de manera arbitraria o punitiva. Toda comunidad educativa debe preguntarse: ¿las normas que tenemos reflejan un trato justo y respetuoso? ¿Promueven la inclusión y el respeto mutuo?
La dignidad: un valor que no se negocia
La dignidad no se gana por portarse bien ni se pierde por equivocarse. Es un valor intrínseco de todo ser humano, que debe ser reconocido y protegido en todo momento. Por eso, el Reglamento Interno debe asegurar que nadie en la comunidad escolar —ni estudiantes, ni docentes, ni asistentes, ni apoderados— sea objeto de tratos que lo hagan sentir menos, humillado o indigno.
Negar un derecho, dejar sin voz a un estudiante, aplicar una sanción sin escuchar, o ridiculizar a alguien en público, son formas de desconocer su dignidad. Y eso es algo que ninguna escuela debería permitir. La ley es clara: la dignidad es la base de todos los derechos fundamentales, y debe estar protegida en cada rincón de la escuela.
Normas con cuidado, no con castigo
Un buen Reglamento Interno no busca controlar ni castigar. Busca guiar, enseñar y proteger. Cada una de sus normas debe aplicarse de manera que respete la integridad física y emocional de quienes forman parte de la comunidad. Esto significa que está estrictamente prohibido aplicar castigos físicos, usar gritos, hacer sentir vergüenza pública o dejar en evidencia a una persona de manera intencionada.
En lugar de sancionar automáticamente, se deben buscar medidas formativas: conversaciones de reflexión, reparación del daño, mediaciones. La disciplina no puede ser sinónimo de castigo, sino de educación. Corregir no es humillar; es enseñar.
¿Qué dice el artículo 28 de la Convención sobre los Derechos del Niño?
El artículo 28 de la Convención establece dos grandes principios que todas las escuelas deben tener presentes:
- Todo niño tiene derecho a recibir educación. Este derecho debe garantizarse de forma progresiva y gratuita, sin ningún tipo de discriminación. Esto significa que sancionar a un estudiante con la suspensión o expulsión debe ser siempre la última opción, y debe evaluarse su impacto en el derecho a la educación.
- Toda medida disciplinaria debe ser administrada de forma compatible con la dignidad del niño, niña o adolescente. En palabras simples: nunca se debe corregir humillando. Las sanciones deben tener un sentido pedagógico, no punitivo. Si una medida hace sentir vergüenza, miedo o rechazo, no está cumpliendo con este principio.
Esto implica que el reglamento escolar no puede contemplar sanciones que excluyan, ridiculicen o violenten emocionalmente al estudiante. Por el contrario, debe buscar medidas que ayuden a comprender el error, a hacerse responsable y a reparar el daño cuando corresponda.
Tips prácticos para aplicar este enfoque en tu Reglamento Interno
Aquí van algunas ideas concretas que puedes usar para que tu Reglamento realmente promueva la dignidad:
- Revisa el lenguaje del reglamento. Usa un tono inclusivo, positivo y pedagógico. Por ejemplo, reemplaza “castigo” por “medida formativa” y “falta grave” por “situación de aprendizaje”.
- Asegura el derecho a ser escuchado. Establece que antes de aplicar cualquier sanción, el estudiante podrá dar su versión de los hechos, acompañado si lo desea.
- Incluye protocolos de buen trato. Define cómo se deben resolver los conflictos, cómo se previene el maltrato, y cómo se fomenta la empatía y el respeto en todas las relaciones escolares.
- Capacita a tu equipo. Los equipos de convivencia, docentes y asistentes deben recibir formación sobre derechos del niño, justicia restaurativa, resolución de conflictos y comunicación no violenta.
- Evalúa medidas existentes. Revisa si las sanciones actuales cumplen con el principio de dignidad. Si alguna medida causa vergüenza, temor o exclusión, debe ser modificada.
¿Y si no lo aplicamos?
Las consecuencias de ignorar estos principios no son solo legales —como reclamos o sanciones de la Superintendencia—, sino también humanas: estudiantes que pierden la confianza, que sienten que no valen, que no tienen espacio para crecer. Una escuela que no respeta la dignidad genera ambientes tensos, inseguros y excluyentes.
Una escuela verdaderamente humana
Una escuela que pone la dignidad en el centro no solo cumple con la normativa. Crea comunidad, sana vínculos, mejora la convivencia y transforma vidas. El Reglamento Interno no es un papel: es una promesa. Una promesa de respeto, justicia y humanidad para cada persona que forma parte del proyecto educativo.
En resumen
Según la Superintendencia de Educación (2018), este principio implica:
- Que el sistema educativo debe orientarse hacia el pleno desarrollo de la personalidad humana y del sentido de su dignidad.
- Debe fortalecer el respeto, la protección y la promoción de los derechos humanos y las libertades fundamentales consagradas en la Constitución Política de Chile y en tratados internacionales ratificados y vigentes en Chile.
- La dignidad es un atributo inherente a todas las personas, sin excepción, subyacente a todos los derechos fundamentales. Por ello, la negación o desconocimiento de cualquier derecho implica desconocer la dignidad humana en su integralidad.
- Tanto el contenido como la aplicación del Reglamento Interno deben resguardar siempre esta dignidad, lo que significa que todas sus disposiciones deben respetar la integridad física y moral de estudiantes, profesionales y asistentes de la educación.
- Está prohibido que cualquier miembro de la comunidad educativa sea objeto de tratos vejatorios o degradantes, maltratos físicos o psicológicos.
- Adicionalmente, en concordancia con la Convención de Derechos del Niño (artículo 28), cualquier aplicación de disciplina escolar debe ser siempre compatible con la dignidad del niño, niña o adolescente.
Fuente: Superintendencia de Educación. (2018). Circular que imparte instrucciones sobre Reglamentos Internos de los establecimientos educacionales de enseñanza básica y media con reconocimiento oficial del Estado. Resolución Exenta N.º 482, de 22 de junio de 2018. Recuperado de https://www.supereduc.cl/wp-content/uploads/2018/06/CIRCULAR-QUE-IMPARTE-INSTRUCCIONES-SOBRE-REGLAMENTOS-INTERNOS-ESTABLECIMEINTOS-EDUCACIONALES-ENSE%C3%91ANZA-B%C3%81SICA-Y-MEDIA…_opt.pdf
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